La vida de un esclavo es verdaderamente miserable. Todo el fruto del esfuerzo de su trabajo no lo disfrutaba él, sino su amo. No tenía ningún tipo de derechos y, ni hablar del maltrato que su amo podía darle. Dios compara nuestra triste situación espiritual separados de él con la esclavitud que padecemos en el pecado.
Es por eso que es un gran gozo inefable el comprender que Dios ha tenido misericordia del pecador y le ha provisto la posibilidad de la salvación y Jesucristo nos ha comprado con su preciosa sangre y nos da la libertad, es decir: nos redimió.
Acompáñame a caer de rodillas ante el Señor para adorarle mientras le cantamos
¡Me Redimió!
De mis favoritas, casi un himno personal
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